jueves, 11 de diciembre de 2014

Hemos venido a quedarnos.



Guardiola abandona el FCBarcelona en verano del 2012, ante los primeros visos de un equipo legendario que tocaba a su fin. Las siguientes temporadas, de inestabilidad en el banquillo por diversas causas, vimos como el equipo comenzaba a entrar en la planicie, a jugar cada vez más en horizontal y subsistir de los últimos retales que albergaba en su plantilla, aunque en claro punto descendente. La sensación de que el Tata Martino quiso cambiar algo las cosas, se disipó a comienzos de año cuando debido a presiones externas e internas, volvió a recuperar un sistema muerto, ahogado e intensamente estudiado por nuestros rivales, que lograban sacar partido de sus carencias. Hasta anoche. Porque el Camp Nou volvió a vestirse de gala y al fin pudo disfrutar de una victoria ante uno de los grandes colectivos del panorama europeo. Y digan lo que digan, lo cierto es que eso hacía mucho tiempo que no ocurría. Por eso hoy sonreímos.

Sin llevarnos a engaños, Luis Enrique vino para esto. Podemos estar más o menos de acuerdo en el planteamiento del equipo, podemos entrar a discutir algunas decisiones técnicas, tácticas o la gestión de determinados futbolistas. Incluso podemos plantearnos si estamos ante un proyecto que puede cosechar los mismos éxitos del pasado. Pero lo que no podemos dudar, es que el nuevo sello del FCBarcelona escapa del suicidio de los dos últimos años, huye de la autocomplacencia y se reinventa con nuevas variantes para recuperar el terreno perdido, tanto en España como en Europa. Si Lourent Blanc esperaba el mismo Barcelona de siempre, o aquel equipo que salió tocado de París y Madrid a comienzos de campaña, se encontró con una sorpresa que no esperaba. Quizás ahí, comenzamos a ganar el partido.

Ante la ausencia de Alves en el lateral derecho, lo fácil hubiera sido poner a Adriano en la banda, aunque apuntábamos a la posibilidad de Bartra para el puesto en la previa del partido. Lucho fue más allá y dio una vuelta de tuerca al sistema. Colocó una primera línea de 3 por delante de Ter Stegen, con Mathieu, Piqué y Bartra, custodiados por las rocas de Macherano y Busquets por delante y las constantes ayudas de Pedro en el flanco derecho. Ganamos altura para frenar el balón parado parisino que tanto daño nos hizo en la ida, colocábamos dos jugadores de contención para imponernos a la velocidad de los mediapuntas franceses, y sumábamos salida de balón desde atrás. Por delante, Messi e Iniesta conectaban la transición defensiva-ofensiva con el tridente de arriba. Luis Enrique, sabía que el PSG gusta de jugar muy juntos por el medio, y con Leo y Andrés cayendo a un lateral, Neymar y Pedro muy abiertos, Luis Suárez podía buscar mayor profundidad en el área rival. La que nunca tuvimos en la ida del Parque de los Príncipes. Así, pudieron llegar los dos primeros tantos blaugranas que daban la vuelta al marcador antes del descanso, con el uruguayo ganando línea de fondo, la movilidad de todos los hombres desconcertando al rival, y un crecido Neymar libre de espacios para correr en diagonal y proyectar su chut más poderoso.

Tampoco vamos a pecar de sibaritas. Es cierto que el equipo por momentos se sintió un tanto incómodo y que no llegó a encontrarse en fases del partido. Tampoco pareció que diera el resultado deseado a nivel defensivo y los parsisinos llegaron con facilidad a las inmediaciones de nuestra portería, y que incluso pudieron convertir más goles. Todo eso es cierto. Pero también lo es que ya no saben a qué atenerse nuestros adversarios, ya no jugamos en estático reteniendo el balón en busca de espacios que no existen y que ahora, de repente, encontramos continuamente. Tampoco nos deshacemos como un azucarillo ante la alta presión del rival, con nuevos hombres que pueblan un centro del campo mucho más directo. No debemos de olvidar que la temporada pasada cayeron los tres títulos de forma indolente, a verlas venir, sin recursos. No sabemos si es la mejor manera para volver al camino de la gloria, eso nadie puede conocerlo. Pero lo que sí podemos asegurar, es que anoche volvió la magia de las grandes ocasiones al Estadi para doblegar a uno de los grandes de Europa, que perdió su primer partido oficial de la temporada, y que dará mucha guerra en el viejo contienente. No somos nuevos, pero ya no saben como frenarnos. Simplemente, hemos venido a quedarnos.


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